ENTREVISTAS

"Somos quienes llevamos adelante el hospital, pero el trabajo del medico parece invisible"

Noeli Vlassich tiene 28 años y es médica residente en un hospital público del conurbano bonaerense. En esta entrevista relata con crudeza y compromiso, cómo se sostiene el sistema de salud pese a la falta de recursos, la sobrecarga laboral y el abandono estatal. "Aunque no tengamos insumos o personal, el paciente siempre es prioridad", afirma.


 Guardias de 24 a 36 horas. Almuerzos postergados hasta las cuatro de la tarde o directamente inexistentes. Traslados de pacientes hechos por el propio médico, aún sin dormir, porque el tomógrafo no funciona. Aunque parezca increíble, este es el día a día de muchos trabajadores de la salud pública en Argentina.

Noeli Vlassich, médica residente en pediatría, atiende todos los días en un hospital público del conurbano sur. A pesar de los esfuerzos del personal y de la articulación entre instituciones, los recursos no alcanzan: faltan insumos, personal y políticas públicas reales que garanticen una atención digna para la población. En esta entrevista, Vlassich expone con claridad y sensibilidad cómo se vive por dentro el colapso del sistema.

–¿Cuáles dirías que son hoy los principales desafíos o problemáticas que enfrentan los profesionales de la salud en tu hospital?
De acuerdo al sector, se siente la falta de personal, desde enfermería hasta médicos. Y se torna un trabajo silencioso, ya que somos los residentes los que trabajamos cubriendo esa falta.

–¿Sentís que el nivel de recursos e insumos disponibles en tu área de trabajo es suficiente para garantizar una atención médica adecuada?
El hospital donde estoy es uno de los más importantes de la zona, por lo que recibimos pacientes de todos lados. A veces se siente la falta de insumos, sin embargo aprendemos a adaptarnos. Si no contamos con un tomógrafo (porque no funciona, por ejemplo), se articula con otros centros para hacer el estudio, pero eso implica que un médico tenga que trasladar al paciente, incluso durante su guardia.
En otras ocasiones, faltan reactivos para estudios como serologías o metabolitos, lo que retrasa los resultados. En invierno, cuando aumentan los casos respiratorios en pediatría, debemos buscar alternativas incluso para pacientes críticos.

–¿Qué impacto tienen esas condiciones en la atención directa a los pacientes?
Siempre se intenta resolver y priorizar lo importante en el paciente. En los casos críticos, se estabilizan y luego se derivan si hace falta, por lo general porque no contamos con algún interconsultor o equipamiento en ese momento.

–¿Cómo les afecta esto a ustedes como profesionales desde el punto de vista emocional, físico o laboral?
El trabajo del médico parece invisible algunas veces, pero somos quienes llevamos adelante el hospital.
Desde que los médicos de planta se retiran, el cuidado de los pacientes queda a nuestro cargo. Contenemos, nos preocupamos, damos todo. Hacemos procedimientos sin importar la hora, aunque no hayamos dormido o tengamos diez pacientes más que atender.
La carga emocional es enorme. Pasamos de la tristeza por una muerte a la emoción por un nacimiento. Y, muchas veces, aunque estemos agotados, explicamos una y otra vez a las familias con la mejor disposición.
A veces recibimos malos tratos, incluso por cuestiones que no dependen de nosotros. Sentarse a comer es secundario cuando la vida de un paciente depende de uno. Podés almorzar a las cuatro de la tarde, cenar a medianoche o seguir de largo con una fruta o una barrita de cereal.
Después de todo eso, llegás a tu casa y seguís pensando en los pacientes. Además, hay que actualizarse, estudiar. Y cada profesional lidia como puede con lo emocional.

–¿Cómo describirías el nivel de apoyo por parte del Estado o el Gobierno Provincial?
Ausente. Hacen un mínimo acto de presencia y después hay que arreglárselas. Hay excepciones, pero se nota la falta de inversión en salud pública.
Como priorizamos a los pacientes, no solemos hacer reclamos o paros, y la situación se invisibiliza porque no dejamos de hacer nuestro trabajo.

–¿Existen canales institucionales para manifestar estos reclamos? ¿Se escuchan esas voces?
Sí, dentro del hospital las autoridades suelen escuchar y tratar de resolver, aunque a veces tarde. Pero muchas otras veces dependen de instancias superiores.

–¿Qué cambios considerás urgentes para mejorar la atención médica y las condiciones laborales?
Se necesitan reformas estructurales, pero sin inversión estatal es muy difícil.
El régimen de residencia tiene una carga horaria enorme. Pasamos más tiempo en el hospital que en casa. Es algo que no creo que cambie pronto, ya que es así en muchos lugares del mundo.
Aumentar el salario también sería fundamental, considerando que para llegar a ser especialista se requieren entre 11 y 12 años de formación.

–¿Cómo imaginás que esta situación afecta a largo plazo el vínculo entre el sistema de salud y la comunidad?
Somos nosotros los que tratamos directamente con las personas. Escuchamos injusticias, quejas, reclamos, y a veces sufrimos maltratos sin haber dormido. Depende mucho de la educación y el respeto con que las personas se acerquen al sistema público.

–¿Querés compartir alguna experiencia personal que refleje lo que viven a diario en el hospital?
Hay muchas, algunas lindas y otras duras. En pediatría se vive constantemente la falta de resolución rápida por parte de servicios como niñez o trabajo social, especialmente en casos de abuso infantil. A veces, la internación se vuelve una medida de abrigo por falta de respuesta externa.



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